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3ª ENTREGA: EL OJÍMETRO Y EL FOTÓMETRO
Tenemos en nuestra vista unos instrumentos maravillosos pero regulados por unas neuronas que son inteligentes, lo cual es muy bueno para ver a la gente guapa y para componer y analizar la escena, pero nos provoca ciertos problemas prácticos para el asunto que nos ocupa y es su poder de adaptación a las condiciones de luminosidad de forma casi instantánea, así que, aunque nuestros antepasados lo usaron con cierto éxito de forma empírica, a ojímetro, ahora no nos vale, para trabajar mejor que ellos, precisamos un instrumento que sea mucho más tonto y que siempre haga lo mismo pase lo que pase.
Es el fotómetro, que no es más que un dispositivo electrónico sensible a la luz con una pequeña aguja que marca dicha intensidad. También lo puede marcar por pequeñas luces leds, pilotos de colores, rayitas y demás formas frikis de representación. Los hay externos a la cámara (más fiables por lo general) e incorporados a ellas. Casi todos le tenemos ya dentro de nuestras cámaras.
Modos de medición:
Según la superficie donde miden se puede seleccionar:
La medición puntual, en una pequeña zona, la central muy parecida a la puntual pero en una zona algo más grande y la matricial que tiene en cuanta toda la escena usando algoritmos especiales de compensación. Hay más tipos, en vuestro manual de la cámara los encontraréis pero son variaciones o combinaciones de estas muy similares.
¡OJO A ESTO!:
El fotómetro es tan tonto que no distingue nada, ni lo claro, ni lo oscuro, ni los colores, ni cuánto hay de cada uno. Se limita a medir la luz en la zona que le has indicado que mida (puntual, promediada, de preponderancia central, etc) y, si ajustas a cero, todo lo transforma en gris medio, o su equivalente en color, y le da lo mismo lo que le pongas delante, todo lo convierte en gris medio, porque así lo han diseñado, ajustado y fabricado. Si en la zona donde mide tiene diversas intensidades, también lo hace de la misma forma calculando una media, por eso es importante colocarlo en una zona uniforme, sin sobresaltos, para que nosotros tengamos claro lo que mide y dónde.
Podéis hacer una prueba muy interesante haciendo 3 fotos, a una cartulina blanca, a una gris y a una negra y ajustando en las tres el fotómetro a cero. (Si no tenéis cartulinas puede servir una pared blanca bajando las luces u otra cosa grande similar, el caso es que llene el encuadre y que sea lisa y uniforme y para la prueba, si no tiene color, mejor).
Como era de esperar, obtendréis el mismo resultado en las tres fotos. A los incrédulos les aconsejo fervientemente que hagan la prueba:
¿Qué ha pasado? ¿Porqué si son diferentes nos da el mismo resultado? Muy sencillo: la luz reflejada por las tres cartulinas es diferente, pero al ajustar el fotómetro a cero, dentro de la cámara, con el diafragma o con la velocidad, la luz de la blanca la bajamos y la de la negra la subimos, es decir: el fotómetro se las "lleva" al gris medio.
¿Veis por dónde van los tiros? por favor, deteneros a pensar un poco que aquí está la madre del cordero: ...el fotómetro no entiende de brillos, de colores ni de gamas, se limita a medir lo que le llega, no sabe cómo es la cartulina, pero yo sí ...si quiero que la cartulina blanca salga blanca tendré que abrir el paso de la luz para engañarle, se vaya el fotómetro donde se vaya. Y si quiero que la negra salga negra lo tendré que cerrar. O lo que es lo mismo: si ajusto la aguja del fotómetro por encima del cero saldrá más blanca y por debajo saldrá más negra, como son en realidad:
A los mismos incrédulos de antes, si es que siguen existiendo , por favor que vuelvan a hacer la prueba así. ¡y que no toquen ni ajusten los raw, claro!
Si después siguen sin creérselo, es el momento de tirar los tomates al ponente y de que este abandone por incompetente 
.../...
Seguimos cavilando (y esto es lo mejor): ...como esto es así, ...si quiero que mi foto salga más luminosa que la realidad, tendré que abrir todavía más y si quiero que salga más tenebrosa, tendré que cerrar más aún.
Ahora veremos cuánto hay que abrir y cuánto hay que cerrar, pero este es el concepto fundamental, no vale aprendérselo de memoria, es muy simple, pero hay que entenderlo y practicarlo mucho, llegará un momento en que nuestros dedos muevan los diales o los anillos igual que cuando escribimos, sin pensar.
Este es un ejemplo muy sencillo para ver el concepto más importante, pero claro, nuestras fotos nunca son de estos motivos tan simples, tienen muchas luces diferentes, colores y sombras de muy diversa intensidad y al mismo tiempo.
Pero estamos salvados, nuestra cámara también es capaz de captar muchas intensidades diferentes, la cosa es saber cómo poner de acuerdo esta capacidad de nuestra cámara con la realidad, e incluso alterándola, de acuerdo con nuestros deseos. La primera y fundamental pista ya está dada.
LA REALIDAD Y NUESTRA CÁMARA
El Sistema de zonas.
Hace unos cuantos años dos fotógrafos magistrales, Ansel Adams y su amigo Minor White, tuvieron el mismo problema que nosotros e idearon una forma de poder manejarse con estas cosas y ajustarlas a la realidad, lo llamaron "sistema de zonas" del que vamos a ver sólo su aspecto más práctico aplicado a nuestros tiempos. No obstante, sabed que existen libros de varios cientos de páginas dedicadas a esto en exclusiva.
a) La realidad
Dividieron una posible escena en 10 pasos, identificando cada uno de ellos con cosas reconocibles:
Para hacerlo sencillo, de toda esta escala nos vamos a quedar sólo con los 6 pasos de la escala central, lo que se llama escala de texturas, comprendida por los valores donde existe imagen apreciable.
Y lo hacemos así sobre todo por seguridad, de forma que tengamos 1 ó 2 pasos por cada lado de margen de error y también para dar cabida a las luces muy altas y a las sombras muy profundas aunque no tengan detalle aparente, pues cuando ampliamos podemos ver sorpresas.
b) Nuestra cámara
Ya conocemos la forma en que se nos presenta la realidad. Pero también hemos de conocer la capacidad de nuestro sensor para intentar ponerlos de acuerdo.
Un sensor de una cámara reflex de gama media puede captar sin problemas del orden de 7 u 8 pasos, de los cuales, como hemos visto, nos vamos a quedar para trabajar sólo con 6, los de la zona central.
Existen muchos tipos de visores diferentes, también es muy común que el pictograma del fotómetro esté abajo, en la línea horizontal, y que quizás no tenga los tres pasos marcados sino sólo dos, o uno o ninguno, o bien que se dividan los pasos en medios en lugar de en tercios o que no se dividan. Esto da lo mismo. Si no tenéis este visor, lo único que hay que hacer es fijarse en las velocidades o en los diafragmas y ajustarlos de la misma forma: cerrando o abriendo, sólo hay que contar los clics o ver el número de ajuste.
¡Que somos fotógrafos!, ¡esto hay que usarlo con los ojos cerrados! ¡el que no se sepa la lista de diafragmas y de velocidades de memoria, va a ir a la seño! .
Llevo 30 años midiendo con una Nikon que sólo marcaba el cero y que ni siquiera te ponía en el visor qué velocidad o qué diafragma tienes. Había que manejarlo todo con los aros del objetivo. Lo de ahora, con las digitales, es un lujo asiático, lo tenemos todo en el visor y ajustable sin mover el ojo.
Una última observación antes de ir al ajuste definitivo:
Como sabéis en un sensor digital casi toda la información se debe agrupar en la parte derecha del histograma, porque en esa zona es donde se concentra casi toda la información digital, con el fin de tener luego, en edición, toda la capacidad de intervenir de acuerdo con nuestro propósito particular. Pero tampoco os preocupéis excesivamente, si hacemos lo correcto, así quedará. Además es que me he empeñado en hacer estas entregas sin un sólo gráfico de edición 
Próxima entrega el día: 9
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