El bufón bufa básicamente cuando quiere, porque la mar agitada no siempre coincide con el temporal en tierra. Así que puede bufar un día entero con tiempo despejado y tranquilo. A veces, un grupo más o menos grande de curiosos lo visita y contempla asombrado su actividad. Otras veces, en cambio, no hay absolutamente nadie, ni siquiera una persona que sirva como referencia para dimensionar los entre 20 y 30 metros que alcanza el chorro de agua principal expulsado a presión desde las entrañas de la tierra.
Pero casi nadie se atreve a acercarse cuando la luz del día se está acabando y la noche ya acecha… cuando el sol ya se ha puesto aunque sus últimos rayos tiñen todavía el horizonte de color. Sin embargo, el bufón, ajeno a la mayor o menor cantidad de público, sigue bufando con una cadencia absolutamente irregular e imprevisible, sin ninguna consciencia de que su sonido, siempre impresionante, pasa a resultar aterrador en el silencio del último atardecer en mitad de una campera desierta…