El horizonte encorsetado

Todo empezó el día en que se habló en los periódicos de que el horizonte estaba contrayéndose.
Las autoridades proclamaron que vivir alarmados no ayudaría, pues se trataba de un problema que rebasaba en aquel momento cualquier hipótesis. Lo curioso es que, de primeras, nadie quiso darle mucho crédito, aunque claro, el tiempo fue pasando, la recesión se acentuó y todos, cada uno en su momento y a su manera, pudieron constatarlo: el horizonte perdía profundidad, lentamente, sí, pero sin cesar, en un goteo que recortaba la vista. El no podemos hacer nada pronto se instauró en las consciencias, dando pasó después a una indiferencia que le resultaba especialmente chocante.
Cómo podían convivir con aquel achicamiento permanente. Trato de adaptarse, de aceptarlo, pero no era tan sencillo. En algún momento descubrió que lo mejor era caminar con la cabeza gacha, esquivando el problema con la mirada, pero llegó un momento en el que caminando un poco se rebasaba el paisaje que se tenía delante.

Oscar Montes

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