Como en Toledo, lo que distingue al turista en Nueva York respecto al autóctono es que el turista siempre va mirando hacia arriba. Toledo y Nueva York coinciden proporcionalmente en la desproporción de turistas que nos visitan cada año.
Me parece interesante ver cómo los turistas llaman a Zocodover: la plaza de McDonals. Son los estragos de la globalización, aunque la confluencia es inevitable, al menos en la descarnada globalización neoliberal, de la "plaza de las bestias" (nombre original del árabe) a la "plaza de los bestias", porque hay que serlo para permitir que sólo se globalice el mercado, y no el conocimiento, la universalidad de la salud, los derechos humanos, etc.
Como en Toledo, en Nueva York pueden verse manadas, hordas de turistas ansiosos y estresados que sólo miran el mundo a través de la lente de su cámara. Francamente, utilizo dos itinerarios diferentes en mi vida en función de la hora del día. Durante las horas de visita a la ciudad-museo de Toledo de los visitantes foráneos, callejeo por el trazado urbano de estructura árabe, esquivando en la medida de lo posible a los forasteros. Es una mezcla de pensamiento práctico recíproco. Ni los molesto con mis prisas, ni me estorban con su paso cansino. Por la tarde-noche, retomo la ruta principal del casco histórico de la ciudad que habito y es entonces cuando me deleito con la belleza y el impacto emocional estético que permite la silenciosa Toledo, probablemente uno de los lugares más hermosos de la tierra.