Agra - Taj Mahal

Dos impresiones: una dolorosa; otra de moderado arrobamiento.

Dolor: la impresión que causa la gente que deambula en torno al mausoleo, que busca tu mirada, tu bolsillo. Gente en estado de ebullición, corrientes polvorientas a la caza del turista sensible y/o despistado. Turistas más o menos ausentes, más o menos indiferentes. Turistas procedentes de otro planeta bastante más justo y equitativo. Ninguna ciudad de la India mostrará un rostro tan tenso, semejantes ojos febriles, enmarcados las más de las veces por una sonrisa que parece prendida a un dolor enigmático.

Arrobamiento: Para Tagore el Taj Mahal era “una lágrima en el rostro de la eternidad”. Kipling no se quedaría corto: “la personificación de todo lo puro”. ¿Cómo se me presenta a mí, a la sombra de estas personalidades? Por un lado está su magnetismo. Resulta complicado, cuando no imposible, acercarse al mausoleo sin que se nos escape una sonrisa. Sus líneas estilizadas, con los minaretes remarcando y dando un equilibrio enorme al conjunto, impulsando los sentidos a la contemplación silenciosa. Una construcción que, claro está, no fue concebida para el apetito del turismo de masas pues invita más bien a un acercamiento reposado, casi de puntillas, en una relación de tú a tú, entre iguales. Pues de eso se trata. Las emociones que atesora el Tal Mahal hacen que las tuyas se eleven y equilibren.

(Oscar Montes)

Agra - Taj Mahal by Berna , en Flickr


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